De un espacio donde el jardín yacía subordinado a la arquitectura y cuya selección vegetal respondía a una estética genérica, se transforma en un oasis citadino donde la selección de la paleta vegetal gira en torno al elemento “agua” (la alberca), siendo la costa yucateca el ecosistema de referencia para este nuevo espacio verde.

En esta pequeña arcadia citadina es posible contemplar las flores del Malvaviscus arboreus, las de la Flaveria linearis y hasta de la Turbina corymbosa, entre otras. También disfrutar de las diferentes formas y texturas del follaje de los árboles, palmeras, arbustos y herbáceas como la del Conocarpus erectus, Coccothrinax readii, Bravaisia berlandieriana y del Acrostichum danaeifolium, que en conjunto ahora forman un nuevo recinto de cobijo para aquellos habitantes de la ciudad que pocas veces observamos, es decir, las aves.